Otras vidas, envidia

Celumetrajes realizado por Melany Peláez

@Melany Peláez

Cuál Mariana

Agosto 12 de 2020

De niña pude haber sido grosera o irrespetuosa como sinónimo de un mal genio innato, pero nunca fui envidiosa. La situación era fácil: las primas y amigas siempre querían mis manillas, aretes y collares, lejos de sentirme halagada porque me envidiaran se las cedía frustrada porque yo lo que quería era una cadenita de esas de oro que uno no se quita ni para dormir ni bañarse, y a diferencia de ellas, no tenía quién me la prestara. Así pues, no es que no fuera envidiosa, creo, es que no tenía alguien para envidiar.

Procedí entonces a distraerme con la creación de una persona que no era yo, pero tampoco alguien más, que viviera en un apartamento en cualquier conjunto con piscina, una bañera, un cuarto propio, una cortina a juego con la sábana y después con muchas cosas más, no importaban las inconsistencias de edad, podía ser hombre o ser mujer, con nombre o sin nombre, lo importante era que respondiera a la necesidad momentánea de mi felicidad y que llenara el vacío que ni siquiera sabía que estaba formando. Ser pequeña me funcionó para sobrevivir aceptando que esas cosas no las podía tener sin cuestionar el por qué, en cambio, ser grande me ha funcionado para sobremorir tratando de entender por qué empecé y ya nunca dejé de hacerlo.

Aprendí muy bien que las cosas sentimentales, materiales o de cualquier índole no pueden envidiarse, se envidia es a quien las tiene porque uno quiere tenerlas para que ellos ya no las tenga más y eso a mí me parece feo. Pensé también que, desear las cosas ‘buenas’ del otro no puede separarse nunca de llamar a su vez las cosas ‘malas’, y yo ya tenía suficientes cosas malas como para querer más. Me pregunté entonces, ¿será que soy envidiosa? los envidiosos son los que quieren lo que posee el otro, pero los que se crean otros para poder envidiarles lo que poseen ¿qué tipo de gente son? como tentativa de respuesta postulo a las personas que están en la implacable búsqueda de la felicidad o en la huida de la vida terrible, a cualquiera con alguna enfermedad mental u otra que solo no tenga ganas de padecer de envidia.

Yo podría ser todas o podría ser ninguna, no obstante, sí sé de qué clase son las gentes de las otras vidas que no son yo, pero tampoco alguien más, incluso, podría decir qué piensan ellos sobre lo que yo he intentado concretar desde que tengo once.